Por Darkshak Beltrán
Brasil.- Una avioneta sobrevolada los cielos de la Amazonas con dirección a una mina remota.
Mientras el vuelo transcurría comenzaron los problemas, el combustible se acababa, y el piloto Antonio Sena luchaba maniobrando para tratar de mantener en vuelo la aeronave.
“Mayday, mayday, mayday … Papá, Tango, India, Romeo, Julieta está cayendo …”.
Fueron las últimas palabras que se pudieron escuchar del piloto, al tratar de pedir ayuda, desesperado y temiendo lo peor.
“El motor se detuvo repentinamente a 900 metros. Tuve que realizar un aterrizaje forzoso en medio de la selva”
Es parte del testimonio que Sena compartía con un medio norteamericano.
Fueron 36 días los que estuvo en medio de la selva amazónica, aún y cuando en su avioneta solo traía elementos para sobrevivir por un par.
Los que más le atemorizaba en este momento eran las bestias salvajes que residente en uno de los parajes más hermosos pero también peligrosos del globo terráqueo.
Llegó el momento de partir y encontrar comida
Cuando la avioneta logró aterrizar, Antonio intentó mantenerse cerca, esto con la esperanza de que alguien atendiera al llamado de auxilio, sin embargo al llegar la mañana siguiente y sin señales de ninguna persona decidió emprender camino.
Gracias a su preparación con un curso de supervivencia en la escuela de aviación, así como lo aprendido de la civilización de la amazonia, logró avanzar durante el día y construir refugios al caer la tarde.
Observaba a los monos comer frutas que no conocía pero al ver que no eran perjudiciales para ellos, supo entonces que se podía alimentar sin preocupaciones.
También consumió cacao, y huevos de avestruz crudos, con esos pocos elementos lograba sobrevivir.
Sin embargo el tiempo pasaba, cada día perdía más peso y sus fuerzas disminuían, aún así luchaba al fina del día para construir su refugio siempre en las zonas más altas para evitar ser atacado por animales salvajes.
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El final de la odisea
Al llegar el día 36, siempre manteniendo la esperanza de volver con su familia, logró escuchar voces, las buscó entre los matorrales hasta que por fin localizado el lugar de donde provenían.
Se trataba de un grupo de recolectores de castañas, el aliento volvió a su cuerpo, se había salvado.
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Logró salir de ese lugar con ayuda de los recolectores y al llegar a los brazos de sus familiares dijo:
“Cuando finalmente dejé la selva y mi familia me recibió en el aeropuerto, ese fue para mí el mejor momento de mi vida”
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